La llamada a las empresas para que aborden definitivamente el proceso de digitalización es continua y llega de todas partes. Muchas son ya las compañías (de todos los tamaños y sectores) que han iniciado ese camino. A menudo, lo hacen a través del uso de la nube o de la aplicación del marketing digital para promocionarse o atender a sus clientes. Lo importante es ponerse en marcha, empezar por algún sitio, deben pensar, y no se equivocan. Sin embargo, para que una transformación digital sea real y provechosa es necesario colocarla en el centro de la estrategia empresarial. Y, también, que implique a toda la compañía.
¿Digitalización? No sin una red a la altura
La digitalización eficiente de una empresa no puede hacerse si no va acompañada de una preparación de su red para afrontar nuevos desafíos. Si bien las redes de muchas compañías ya han sido creadas pensando en ofrecer una óptima conectividad (con rapidez y fiabilidad), en general, los responsables de su implementación desconocían, en aquel momento, las demandas a las que dichas redes se verían sometidas en unos años, a causa de la revolución digital.
Si a menudo en estos primeros pasos se había descuidado la adaptación de la red, ahora ya está calando con fuerza la idea de que no sólo no puede dejarse al margen, sino que la red ha de ser el centro de cualquier proyecto innovador. Porque si, por ejemplo, ponemos en marcha un nuevo servicio, únicamente una red rápida, automatizada, que facilite el trabajo de los desarrolladores, etc., hará posible que esa novedad llegue, en tiempo y forma, a todos los clientes de la compañía.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de red intuitiva?
La red intuitiva, o arquitectura de red digital, es un tipo de arquitectura que se caracteriza por ser abierta, extensible y estar basada en software, y no en hardware, como sucede con las estructuras tradicionales. ¿Cuáles son sus principales ventajas? De entrada, su alta capacidad de virtualización. Esta característica hace que quienes la utilizan puedan hacer llegar sus servicios a cualquier lugar. Asimismo, este tipo de redes se han diseñado para hacer posible y fácil la automatización, con lo que la, a menudo, ardua tarea de administrar redes se beneficia de una importante simplificación.
¿Y por qué el adjetivo “intuitiva”? Por su capacidad de analizar, gestionar y convertir en conocimiento útil para la empresa los datos (cada vez más y llegando desde más puntos: la nube, los dispositivos móviles, el Internet de las cosas…) que circulan por ella. Haciéndolo, además, de forma automatizada (eliminando muchas de las operaciones manuales que son susceptibles de provocar errores) y segura. Una red inteligente en continuo proceso de aprendizaje y mejora.
Favoreciendo la innovación a través de la red intuitiva
La arquitectura de red digital, con su continuidad en los procesos, administra los servicios desde el cloud, con lo que se garantiza que las políticas que implemente la empresa fluyan a toda la red de un modo coordinado. Esta característica tiene un retorno muy positivo en cuestiones como el mantenimiento de la seguridad, sin perder por ello la flexibilidad que favorece el hecho de aprovechar el uso de la nube.
Hemos dejado uno de los puntos más fuertes de la red intuitiva para el final. Se trata de una red abierta y programable en todas sus capas, que descubre un campo enorme de posibilidades integrando la tecnología propia (la de Cisco, en el caso de su Cisco DNA) y la de terceros. El uso de API abiertas permite que el cliente pueda sacar provecho de todas las aplicaciones que se hayan habilitado con anterioridad para la red, sin tener que duplicar trabajo ni dedicar más tiempo ni esfuerzos a algo que ya existe, y que está a su alcance usar con eficacia. La revolución digital ya ha empezado, pero aún no es tarde para subirse al tren. ¿Su empresa va a estar en él? Un consejo: no descuide su red.
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